Hace unas semanas nos desayunábamos con la noticia
de que la Enciclopedia Británica, uno de esos grandes iconos del
conocimiento universal, iba a dejar de editarse en papel y que, en
adelante, sólo se iría actualizando en su version on line. Que los
editores de la Britannica hayan tomado tal decisión -sabiendo
cómo son los británicos en lo que a sus tradiciones se refiere- es sólo
la confirmación de una realidad que se ha impuesto en muy poco tiempo y
que ha convertido un acto tan cotidiano para la gente de cierta edad
-entre los que se incluyen los que, como quien les escribe, apenas
superamos la treintena-, como es acudir a una estantería y deslizar los
dedos sobre los lomos de unos pesados y exquisitamente encuadernados
volúmenes hasta dar con aquel que satisficiera la propia curiosidad, en
un compotamiento tan extraño como pegar un sello, comprar un disco o
viajar en diligencia. Mucho podemos hablar del romanticismo de recoger
la carta de la amada o el amado de su puño y letra del buzón, de
desenfundar el vinilo y aspirar ese olor de los discos nuevos o el de
bucear entre las estanterías de una biblioteca y palpar las hojas
amarillentas de viejos libros, pero, no nos engañemos, viajar
cómodamente abrazados por el asiento ergonómico de un monovolumen es
mucho más cómodo hacerlo en una chirriante diligencia. Y para todo lo
demás, está Internet. Eso lo saben en Correos, lo saben las
dicográficas, lo saben los editores de la Enciclopedia Británica y,
sobre todo, lo saben los más jóvenes, que de hecho, no conocen, en
general, otra manera de hacer las cosas. La pregunta es: ¿lo sabemos los
profesores? Seguramente sí, si hacemos una encuesta, el tema de las
nuevas tecnologías, de los chavales con los móviles, el Tuenti y los
videojuegos está muy manido y la mayoría de profesores responderemos que
sí, que las TIC son importantes para la enseñanza. Pero, ¿hasta qué
punto actuamos en consecuencia? ¿Hasta que punto nos reciclamos o hasta
qué punto no nos dejamos llevar por la inercia de los viejos métodos? No
hay que olvidar que partimos en desventaja con repecto a nuestros
alumnos. Ellos han nacido ya en un mundo multimedia, pero a nosotros, a
quien más y a quien menos, nos ha cogido ya mayores, con unas
costumbres, con unos esquemas ya interiorizados, con unas piezas viejas
que poco a poco vamos reemplazando, con unos chips -nunca mejor dicho-
que cambiar. No se trata de que nos convirtamos en los galácticos profes
cibernéticos del siglo XXXI ni de que subestimemos la clase magistral,
la tiza y la pizarra o el boli y el cuaderno, pero no podemos olvidar
que la educación se basa en la comunicación, comunicación entre alumnos y
profesores, entre los distintos profesores y de los alumnos entre
ellos. Y no olvidemos que las maneras de comunicarse hoy en día se han
modificado, se han multiplicado, se modifican y multilpican día a día.
No descartemos ni subestimenos, por tanto, ninguna tenología, vieja o
nueva, si ésta cumple o nos facilita de difícil tarea a veces de
comunicarnos.
El sentido común en el proceso de enseñanza y aprendizaje: los principios
de instrucción de Rosenshine
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Preparando una actividad para el profesorado del CEP de Córdoba sobre la
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investigador ...
Hace 3 días
1 comentarios:
Me llamó mucho la atención que no todos los programas online son iguales: algunos ofrecen mayor colaboración entre estudiantes y tutores a través de foros y chats, mientras que otros son más "solitarios". Por ejemplo, en la UTEL también nos apoyamos con wikis, que es un sitio y aplicación web cuyas páginas pueden ser editadas por múltiples usuarios a través de un navegador web. Dichos usuarios pueden crear, modificar o borrar un mismo texto que comparten. Los wikis son muy útiles para fines de coordinación de equipo. Y como un complemento extra contamos con una Red Social interna :D
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